domingo, 29 de enero de 2012

LA FUERZA DE LA PALABRA


Es poderosa, la palabra tiene el encanto mimético de las invisibles estructuras del bien y el mal, porque genera un ordenamiento psicológico, parecido al que ejercen los encantadores de serpientes con el movimiento de sus manos.
Quien maneja el verbo tiene el dominio sobre las demás personas, su influencia es aplastante, la palabra fue usada por conquistadores, guerreros, gobernantes e ilustres maestros religiosos, para persuadir y convencer a gran parte del mundo, formando así importantes religiones, que han perdurado hasta ahora.
El verbo tiene un poder intrínseco y hermoso, cuando se usa para el bien, y, siniestro si se quiere cuando es utilizado por políticos mentirosos y farsantes para ganar una elección.
La palabra tiene el poder aún más grande que cualquier arma de guerra, porque quien la ostenta puede apoderarse de pueblos y países enteros, donde mansamente se someten y se entregan personas como corderos que van al matadero; ya que un ser humano cuando es persuadido se convence y se somete a la voluntad del orador, donde se genera un laberinto profundo y magnético, de donde muchas veces es imposible salir.
Todo lo que existe tiene un lenguaje, el mismo planeta Tierra habla y puede ser descifrado lo que dice.
Quien tiene el poder de la palabra, puede penetrar ese misterioso halo místico, que aún invisible posee cada ser vivo, incluyendo animales y plantas.
La palabra es bendita cuando es usada para construir voluntades hermosas, que generan progreso y bienestar, y, perjudicial cuando es utilizada por gobernantes para jugar con las necesidades de los pueblos y someterlos.
La palabra es un arma de doble filo, porque quien miente siempre, se foguea en la mentira y cada vez tiene más destreza y habilidad para hacerla aparecer como una verdad.
El verbo es fecundo cuando se llena de belleza y se carga de la mágica fuente que hace aflorar los sentimientos más sublimes y hermosos, donde nacen y se hacen impertérritas las sagradas leyes del amor.
Un vendedor vende un artículo que el supuesto comprador no quiere ni desea obtener. ¿Por qué lo compra? Simplemente quien domina la palabra, tiene la habilidad y la potestad de convicción y quien está convencido acepta y se somete a la voluntad del vendedor.
El sonido de la palabra unido a la mímica desplegada genera un entorno místico que penetra directamente la psique y ese ordenamiento presente puede cambiar y anular una decisión negativa, favoreciendo al vendedor.
La palabra es poderosa porque fluye, penetra y modela la mente ávida de quien la escucha y atiende.
Entre el orador y el receptor nace un entorno mágico que invalida la voluntad, tal como lo hace un hábil y místico encantador de serpientes con el movimiento de sus manos.

Por Juan Bautista López García
El Mago de las Letras.

juanbautistaescritor@gmail.com