El drama de una actriz.
Caminó algunos pasos hasta llegar frente al espejo, que servía de tocador en su habitación, se miró con recelo y enfado, pues la imagen de mujer anciana que reflejaba el cristal no era de su agrado, ella había sido una bella mujer y solicitada actriz, con toda la celebridad y la fama que quiso tener, fue aplaudida, venerada y bien pagada, toda una Diva; ella era el blanco de las envidias de quienes no pudieron llegar donde ella llegó.
Fue una actriz de inmenso prestigio y ahora el espejo le hacía una mala jugada, rechazaba verse, no quería aceptar sus carnes caídas, convertidas en surcos, en un rostro partido y agobiado por la avalancha del bisturí.
Mirándose de soslayo en el cristal, sus temblorosos labios modulan una frase amarga y llena de decepción, realmente soy una vieja, pero mi mente no lo acepta.
No quiero ser una anciana, mi bello cuerpo donde está? Se disipó mi gloria y mi fama se perdió en el tiempo y donde fue a parar mi radiante juventud?
¡Oh cuanta confusión invade mi alma, ya no tengo admiradores que me inviten a salir o me envíen flores.
El amor huye de mi, se ha ido, donde estás amor, donde estás, sal de las sombras quiero verte, o es que ya no existe para mí?
Ya nadie me conoce por las calles, solo la soledad anda conmigo, ya son pocos los que me saludan porqué? Ahora no se asoman para verme pasar, soy una vieja, pero no lo acepto, ni lo aceptaré nunca, mis aplausos no los oigo, todo se va cuando la vejez llega. No me quise casar ni tener hijos, pero no quiero mi condición de anciana no quiero.
El interior de su deslucida habitación aún refleja en las fotografías pasadas glorias retratos de amantes y placas de reconocimientos y trofeos de estudios cinematográficos, avalando un esplendor ya pasado.
Después de ese desgarrador monólogo y posesionada en la soledad y el silencio, con amargura se queda estática contemplando su imagen taciturna, mira su rostro deshecho por los abusos de estiramientos quirúrgicos, con las ojeras hinchadas, bañadas de lágrimas y alucinada por la incertidumbre, de su boca sale un verbo altanero y desafiante: ¿Dónde está mi fama, por que me la quitaron, soy la mejor actriz soy una Diva, por que no me contratan? Y con una mueca de locura solloza y recuesta sus dos puños cerrados al espejo, así permanece un largo rato y cuando abre los ojos ve una estampa, una figura que es ella misma, pero no la vieja de 75 años, parece tener 31 años de edad, la época de su más brillante esplendor y gloria como artista de cine.
La anciana se asombra y se asusta, luego la imagen aparecida en el espejo estira la mano fuera del cristal y le dice: “Ven Marlene, no temas yo soy tu misma persona, vamos a vivir de nuevo; la hala hacía adentro, se desvanece la anciana y aparece de nuevo la bella actriz con toda su juventud y brillo, en otra ciudad y en otro tiempo.
Nota: Si hay algún estudio cinematográfico interesado en este argumento lo estoy terminando. Contáctenme.
Por: juanbautistaescritor@gmail.com
El Mago de las Letras.-