Ficción Histórica
Los días de gloria se habían ido y ahora solo quedaba el espectro de la desdicha, élla se le quedó mirando y él respondió con sus ojos tristes y vidriosos, pasándole la mano suavemente por los cabellos, ninguno de los dos parpadearon, se contemplaron fijamente sin dirigirse palabra; el momento era tenso, había una soledad impresa en el ambiente, a pesar del persistente estruendo de los cañones y las bombas que caían sobre el grueso techo del Bunker donde se refugiaban la pareja más importante de Alemania hasta ese entonces.
El Fuhrer lucía pensativo, con la mirada perdida en el vacío, sus manos temblorosas no cesaban de moverse; Eva Braun lo veía de reojo y le temblaban los labios moviéndolos nerviosamente como queriendo decir algo que no dijo.
El aposento lucía sombrío y una pátina de tristeza se plasmaba hasta en las paredes, élla tenía la vista puesta en la puerta que estaba cerrada con llaves, no cesaba de mirarla y escuchaba sin inmutarse el pavoroso estallido de las bombas que sacudían el tétrico refugio donde estaban los recién casados. La vibración de las paredes crea entre los dos un halo misterioso, que hurga una realidad inconclusa, haciéndola parecer virtual y generando a la vez un conjuro místico que se entrelaza con una verdad que no existe.
Por lo tanto, Hitler cree que las cosas cambiarán a su favor, pero no es así, es la última esperanza que sale a flote en ese momento solemne cuando comienzan a desprenderse los espíritus y a revelarse talvez ante el curso inevitable del final; es en ese instante cuando una lágrima rueda por la mejilla de Eva Braun, dejando en su trayectoria un rastro húmedo en los poros, en esa gota de humor salado intrínsicamente va cargada de alegrías, tristezas, risas, llanto, sueños y ambiciones; allí está resumido el perfil y la gloria de la exfotógrafa .
Toda una vida que se desprende en una lágrima, reflejando como un pequeño espejo la luz de la lámpara que los alumbra y hasta la imagen de su esposo Adolf, esta gota va rodando hasta desprenderse y cae sobre la punta de uno de los pulidos zapatos del Fuhrer y mojando la parte delantera del mismo.
Adolf, ve llorar a Eva y apura las consecuencias, en ademán macabro saca dos cápsulas de cianuro, le da una a élla y él se toma la otra, se oyen dos disparos y en la punta del calzado donde cayó la lágrima se reflejan dos cuerpos que comienzan a desplomarse.
Fuera del Bunker, Alemania yace destruída, pero su esencia permanece intacta, porque el poder del espíritu no puede destruirse cuando está implícito en los genes de los habitantes de un País.
El Fuhrer lucía pensativo, con la mirada perdida en el vacío, sus manos temblorosas no cesaban de moverse; Eva Braun lo veía de reojo y le temblaban los labios moviéndolos nerviosamente como queriendo decir algo que no dijo.
El aposento lucía sombrío y una pátina de tristeza se plasmaba hasta en las paredes, élla tenía la vista puesta en la puerta que estaba cerrada con llaves, no cesaba de mirarla y escuchaba sin inmutarse el pavoroso estallido de las bombas que sacudían el tétrico refugio donde estaban los recién casados. La vibración de las paredes crea entre los dos un halo misterioso, que hurga una realidad inconclusa, haciéndola parecer virtual y generando a la vez un conjuro místico que se entrelaza con una verdad que no existe.
Por lo tanto, Hitler cree que las cosas cambiarán a su favor, pero no es así, es la última esperanza que sale a flote en ese momento solemne cuando comienzan a desprenderse los espíritus y a revelarse talvez ante el curso inevitable del final; es en ese instante cuando una lágrima rueda por la mejilla de Eva Braun, dejando en su trayectoria un rastro húmedo en los poros, en esa gota de humor salado intrínsicamente va cargada de alegrías, tristezas, risas, llanto, sueños y ambiciones; allí está resumido el perfil y la gloria de la exfotógrafa .
Toda una vida que se desprende en una lágrima, reflejando como un pequeño espejo la luz de la lámpara que los alumbra y hasta la imagen de su esposo Adolf, esta gota va rodando hasta desprenderse y cae sobre la punta de uno de los pulidos zapatos del Fuhrer y mojando la parte delantera del mismo.
Adolf, ve llorar a Eva y apura las consecuencias, en ademán macabro saca dos cápsulas de cianuro, le da una a élla y él se toma la otra, se oyen dos disparos y en la punta del calzado donde cayó la lágrima se reflejan dos cuerpos que comienzan a desplomarse.
Fuera del Bunker, Alemania yace destruída, pero su esencia permanece intacta, porque el poder del espíritu no puede destruirse cuando está implícito en los genes de los habitantes de un País.
Por: Juanbautista López García
El mago de las letras. Enero 29 del 2009
El mago de las letras. Enero 29 del 2009